Cuento

Los Farolillos de Vega

¡Hola! Si habéis llegado aquí, seguramente sea porque queréis saber más acerca de cómo acompañar a vuestros pequeños en el mundo de las emociones, y en concreto, en el acompañamiento a la vergüenza. Esperemos que hayáis disfrutado del cuento. Desde la neurociencia sabemos que el cerebro en desarrollo del bebé es capaz de ser modificado por las emociones que siente su madre, esto lo conocemos como epigenética. Por lo que sabemos, todos nacemos con una predisposición a sentir diferentes emociones que, debidamente acompañadas y estimuladas, nos ayudarán a lo largo de nuestra vida. El objetivo de este cuento es ayudar a los niños, a conocer las emociones de vergüenza y orgullo y que sirva como herramienta, a los adultos que les acompañan en su lectura, para ayudarles, no solo a conocerlas e interesarse por ellas, sino también a darse cuenta de que detrás de las conductas de los niños hay un mundo interior por descubrir, que no siempre es lo que parece ser. Para que un niño pueda acercarse a sus emociones tiene que saber que existen, así que un adulto en conexión con él tiene que haberle puesto palabras, haberle acompañado en el camino de sentirlas desde un estado saludable, y tiene que haber validado tanto el sentirlas, como su expresión emocional, así como haberle dado el espacio de tiempo necesario para que esa expresión emocional se haya podido dar. No vale con saber que está enfadado y decirlo, hay que poder tolerar ese enfado sin que el adulto se enfade también porque no le guste que el niño se sienta así, por ejemplo.

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La vergüenza es una de las emociones básicas en el ser humano. Aunque todas las emociones son necesarias, al ser humano le cuestan menos las emociones del tipo alegría, euforia, sorpresa, ilusión…, es decir, sentir algunas emociones que llamamos positivas. Sin embargo, nos suele costar más sentir otras, las que llamamos negativas, tales como tristeza, miedo, vergüenza, enfado, ira, envidia…, que son emociones importantes y necesarias en su justa medida. Cuando una emoción empieza a sobrepasarnos y a estar presente en momentos en los que no tendría que estar ahí, es porque se ha producido algún desajuste que nos hacen sentirlo de esa manera. En el cuento, Vega empieza a sentir mucha vergüenza en muchos momentos en los que no corresponde, y se siente mal. Eso empieza a hacer que evite situaciones que son cotidianas para los niños, o incluso algunas que serían divertidas para ella. Tener como ella un espacio donde expresar lo que está sintiendo es muy importante. Es decir, en el cuento, no solo su abuela observa que algo le ocurre y se acerca a ella para preguntarle, si no que Vega tiene suficiente confianza y sensación de seguridad con ella como para expresarle lo que está sintiendo. A veces los niños no están cómodos explicando lo que sienten porque, o bien no le saben poner palabras o bien no saben a quién expresarlo, de manera que vaya a recoger lo que están sintiendo sin minimizarlo, estableciendo un espacio de seguridad y acompañando esa emoción. Es posible también que no lo expresen porque en su familia esa no sea una emoción reconocida, o se haya minimizado muchas veces, y la persona no se siente en la seguridad de poderlo contar.

Como hemos comentado antes, la vergüenza es una emoción básica, pero tiene, además, un correlato fisiológico muy fuerte, la persona, cuando la siente, necesita desaparecer de allí, hasta el punto de que el cuerpo, a veces, llega a un estado de paralización que puede ser muy intenso y que no es voluntario. La vergüenza aparece ante un estímulo en el que la persona vive una humillación, una crítica o un trato inadecuado…, pero lo importante no es solo lo que siente ahí, sino la respuesta de huida o paralización que aparece. A veces, los adultos no entienden esa respuesta y lo que se produce es un círculo vicioso en el que el niño es criticado por no hacer algo, se inicia un sentimiento de vergüenza que le paraliza y eso a su vez es vivido por el adulto como una continuidad en la desobediencia o una persistencia en la conducta considerada inadecuada, y así va subiendo el nivel de malfuncionamiento emocional, comunicativo y, a veces, conductual. 

Como sabéis, la vergüenza es la emoción contraria al orgullo. Nuestros hijos necesitan saber que nos sentimos orgullosos de ellos. Para que los niños se sientan orgullosos de sí mismos, tienen que escuchar cómo nos gustan las cosas que hacen, cómo nos parecen importantes sus logros, cómo nos ilusiona verlos avanzar. Esto no quiere decir que les estemos siempre diciendo que son maravillosos y no seamos objetivos con ellos, pero es importante que tengamos en cuenta cuál es su momento evolutivo para ver sus logros desde la realidad. 

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Debemos tener conciencia de que tenemos delante un cerebro en desarrollo y no un cerebro adulto como el nuestro. El desarrollo de un niño, su caminar en el viaje de la vida, no es algo que se haga de la noche a la mañana, van consiguiendo logros, poco a poco, en un avance continuado de esfuerzo y consecución. Si miramos este avance desde donde partieron, veremos cómo van consiguiendo llegar cada vez más lejos, cada día un paso más. Esto es muy fácil verlo cuando son bebés, cada día es algo nuevo, un logro más, y una fiesta en el acompañamiento de sus capacidades. Sin embargo, a veces, los padre empezamos a ver a los hijos, no como un ser que está avanzando en la vida, sino como un ser que no ha conseguido llegar aún a la consecución de un funcionamiento adulto y, en vez de validar sus logros en el día a día, miramos todo lo que no se ha conseguido aún, se le cuestiona por lo que no se ha hecho suficientemente bien, se le dice lo no conseguido, lo que genera un gran sentimiento de vergüenza en ellos, un sentimiento de no haber hecho las cosas bien y no saber hacerlas mejor, por lo que surge la necesidad que acompaña a la vergüenza, el salir corriendo de allí, el desaparecer, la paralización y el aprender, que aunque hagan las cosas, no les va a salir bien, que no tienen capacidad de hacerlo suficientemente bien, que no son adecuados o suficientes, que no valen lo bastante…, y desde ahí, la autoestima va bajando poco a poco. A veces, nos preguntamos por qué tiene alguien tan baja la autoestima cuando tiene grandes capacidades. La respuesta la podemos encontrar, entre otras cosas, en vivencias similares a estas.

Ayudarles a sentirse orgullosos de sí mismos les ayudará a manejar y compensar mejor sus experiencias de vergüenza cuando aparezcan, a favorecer su autoestima y a ayudarles a establecer un funcionamiento de avance, de no congelamiento en su vida diaria, de luchar por lo que desean ya que tienen esperanza de poder conseguirlo porque confían en sí mismos y en sus capacidades. Al final los padres siempre estamos buscando que los hijos sean felices, pero para poder ser feliz una persona, tiene que tener una autoestima adecuada, porque es lo que le permitirá sentirse en la comodidad de poder ir adelante, día a día hasta llegar al lugar donde se sientan bien. Sentirse orgulloso de uno mismo no es creer que uno está por encima de los demás, sino ser capaz de valorar su esfuerzo y su logro desde un punto objetivo, pero valorando también el avance. Establezcamos un espacio seguro para nuestros hijos donde puedan hablar de lo que les preocupa. Y recuerda: si queremos adultos sanos y felices, necesitamos niños felices. Cuidemos de ellos.